Buenos y malos negocios para los próximos 10 años

Entendiendo que vivimos en un contexto incierto, y que es la incertidumbre lo que paraliza, les propongo en esta nota centrarnos en lo que sí sabemos para la toma de decisiones. Hay veces que no está claro qué hay que hacer, pero sí estamos seguros de lo que no hay que hacer. Para el desarrollo de esta nota me voy a basar en dos conceptos centrales: 1) Si estás sentado en una mesa de negociación y a los diez minutos todavía no te diste cuenta quién se lleva la peor parte, seguramente sos vos. 2) Cuando la decisión es buena, el paso del tiempo te potencia y enriquece a esa decisión. Cuando uno se basa en una mala decisión, el paso del tiempo potencia sus costos y perjuicios.

El futuro ya está aquí. El problema es que está tan mal distribuido que algunos no paran de innovar y otros, como nosotros, todavía están «combatiendo al capital». Piense por un instante que hace diez años no existía WhatsApp. Ni Twitter ni Facebook eran usados como sistemas de comunicación masivos. Instagram ni siquiera había sido pensada, Netflix era una curiosidad y ¿quién hubiese imaginado que una de las empresas de mejor desempeño en 2019 en el mundo iba a ser una cadena de hamburguesas veganas?

El economista catalán Xavier Sala Martin nos enseñó alguna vez a determinar el proceso de generación de valor agregado, detallando cómo se fabrica un celular. Si el dispositivo pesa 135 gramos, Apple o Samsung (o la marca que sea) necesitan: 30 gramos de litio, 27 gramos de plástico, 20 gramos de vidrio, 16 gramos de cobre, 15 de cromo y, en menor cantidad, también aluminio, platino y hasta 2 gramos de oro. La Argentina es proveedora de todo eso, pero se queda con la menor tajada de ese negocio. Si usted analiza el balance de Apple o Samsung, notará que todo el costo de esa materia prima necesaria para su fabricación es de US$3. Surge simplemente de multiplicar cada materia prima por su valor de mercado.

Ahora, si le sumo los salarios para ensamblarlo, publicitarlo, empaquetarlo y distribuirlo, más las correspondientes acciones de marketing y servicio postventa, el costo para la empresa es de US$100 más. Por lo tanto, el costo de fabricación total es de US$103 por celular. El valor promedio de mercado es de unos US$700. ¿Qué representa a los US$597 restantes? Conocimiento, investigación y desarrollo. Su hijo o nieto no es un genio por como maneja el celular o el iPad, el genio es el ingeniero de Apple que logra que sea tan fácil de utilizar para su hijo, nieto o abuelo.

¿Usted todavía cree que la Argentina es un país rico? Piense que solo representamos US$3 en esa escala de valor aportando las materias primas. Los empleados (por lo general del Sudeste Asiático, sin muchas protecciones sociales) otros US$5. Pero los que aportan el conocimiento se reparten los otros US$692. ¿Por qué? Porque si yo junto el litio más el plástico, más el cobre, el vidrio y el oro, no voy a poder mandar un WhatsApp, ni pasar esta nota a un amigo, ni usted podrá compartirla en Twitter o en otra red. Simplemente por eso vale más el conocimiento. La tierra no te convierte en rico. Rico es quien encuentra el método de producir algo rentable en ese lugar, algo que la gente necesite.

La tierra, la producción de soja, de maíz o de petróleo es limitada, es un recurso agotable. Las ideas y el conocimiento no. Para demostrarlo en valores de mercado, si hubiese invertido hace diez años US$10.000 divididos en Netflix, Facebook, Google, Nintendo y Amazon, hoy tendría cerca de unos US$600.000. Es más, si doce años atrás, cuando nacía bursátilmente Mercado Libre, invertía US$10.000 en sus acciones, hoy tendría US$150.000. Pero si ese día optaba por YPF (eso que todavía no tenía Vaca Muerta), hoy tendría US$5000.

Los futuros países ricos piensan en lo que no existe hoy y qué será necesario en 10 años. Los eternos países pobres pensamos que el resto del mundo conspira contra nosotros. Pero no quiero lamentarme por ello, sino analizar algunas alternativas de inversión pensando en el futuro.

Puede ser el momento, porque sabemos que, cuando sacuden el árbol, te dan la oportunidad de recolectar los frutos más fácilmente. Así se deberían pensar las inversiones. Como dice un amigo: «Comprar cuando esa inversión o trade duele». Son los momentos en los que se gana. Cuando las cosas ya son obvias y seguras, ya no tienen rentabilidad, precisamente porque tienen bajo riesgo.

Empecemos por lo que sabemos que no hay que hacer, dónde no invertir, siguiendo los consejos de mi bobe Ana.

1. Aprendimos que, de corto plazo, te pueden subsidiar la compra de autos, la energía, el transporte y la nafta. Es más, son medidas que incentivan la demanda, pero si no hay inversión a largo plazo para brindar ese servicio, para aumentar la oferta, ese subsidio se transforma en un sacrificio para los contribuyentes. Si necesita subsidio, no es negocio para nosotros, solo lo es para el que tiene un buen contacto con quien otorga ese subsidio. Ana, mi bobe, decía: «Ingale, antes de hacer un negocio, fíjese de no necesitar favores de un tercero para hacerlo, sino con el tiempo ese tercero es más relevante que usted». (Mi abuela me hablaba de usted e ingale representaba «querido» en idish).

2. Sabemos que no es negocio lo extremadamente regulado. También aprendimos que, de corto plazo, pueden poner precios máximos en el supermercado, a las tasas de interés o al valor del dólar, pero se elimina la competencia dejando solo en pie al que pueda soportarlo, al más fuerte. El supermercado se nutre de proveedores. El banco usa dinero de ahorristas. Por eso, al que están congelando es al productor o al proveedor o al ahorrista, por ende, lo están desalentando a producir o ahorrar más. Sin ahorristas no hay crédito; sin crédito solo crece el que ya tiene dinero, aumentando la desigualdad y, con ello, dejándonos sin movilidad social. Mi bobe decía: «Ingale, antes de hacer un negocio, fíjese que la mercadería que usted vende tiene que rotar más rápido que el plazo del crédito. Siempre el plazo de descuento de un cheque tiene que ser más largo que el plazo de cobranza de la venta, si no lo van a fundir los intereses».

3. Tampoco es negocio algo que se genera con demanda artificial. Una vez, para ejemplificarlo, me contaron un cuento: «La historia de un panel de vidrio roto en una panadería». Algunas personas opinan que romper la vidriera de una panadería es un beneficio social, porque la ventana rota proporcionará empleo para un vidriero. El vidriero, con lo que gana, lo gasta en el almacén, y el almacenero en el quiosco, el quiosquero en un jardinero y así se dinamiza la demanda.

Sin embargo, veamos ahora las cosas desde el punto de vista del panadero. Él tendrá que postergar consumo para reponer el vidrio roto. Tal vez él estaba planeando gastar en un traje nuevo. Por lo tanto, no tiene traje nuevo y solo tiene una ventana de reemplazo y el sastre se quedó sin trabajo y ya no contrata al jardinero. En ese acto de destrucción, la ganancia del negocio del vidriero es la pérdida del sastre: solo se produjo una transferencia de riqueza entre pobres. La dificultad es que el público verá la nueva ventana, pero nunca verá el nuevo traje, porque nunca se hará. Ana, mi bobe, decía: «Ingale, antes de emprender un negocio trate de no afectar a nadie, que su lucro no sea la ruina de otro. La vida es una calesita y usted nunca sabrá de qué lado va a estar».

Entonces, ¿qué rubro me queda, dónde invierto? Cierro la nota como la empecé, pensemos a diez años. Para mí, los ciudadanos del mundo pudiente van a gastar cada vez más dinero en educación (porque entienden que el conocimiento es la llave de la riqueza futura) y en entretenimiento (vale más una entrada a un recital o un gran show deportivo que un celular). Gastan más en encordados que en raquetas, en cartuchos que en impresoras, en nuevas apps que en aparatos; o sea, se gasta más en servicios que en productos. Me decían el otro día que el mayor competidor de Nike es Netflix o la PlayStation.

La tecnología ayuda a maximizar los tiempos, dejando más espacio para viajar, jugar y hacer deportes, actividades centrales para las nuevas generaciones. También se invierte más dinero en lucir más jóvenes y saludables, o sea, biotecnología. Ya sobre-comunicados, buscarán prolongar como puedan su estándar de bienestar. Las empresas que más se capitalizaron en el mundo los últimos años tienen que ver con el mundo vegano, redes de comunicación y redes de comercialización (Amazon, Mercado Libre). El mundo pasó de «mi hijo el doctor» a «mi hijo el programador o influencer». Aquí todavía creemos que la culpa de nuestro subdesarrollo es del que aporta capital, del que nos presta o del que arriesga su capital emprendiendo solo por buscar un mejor estándar de vida.

El autor es licenciado en Administración con un posgrado en Finanzas, gerente de Desarrollo de la Bolsa de Comercio de Bs. As., director del IAMCy consultor del laboratorio de finanzas de la UADE

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