Con admiración escuchaba a Santiago Kovadloff argumentar que, para la persona o para la sociedad que evoluciona, el presente es el resultado de un futuro querido o soñado. Si alguien siente pasión por la medicina, estudiará para alcanzar su sueño. Si alguien quiere viajar es aconsejable que primero ahorre. Una persona o una sociedad que evoluciona es la que renueva sus problemas, sus conflictos.
Yo creo que en la Argentina nuestro presente está condicionado por nuestro pasado y, a diferencia de los que evolucionan siempre, discutimos sobre los mismos problemas.
En materia de finanzas, que de eso se ocupa esta columna, tengo el mismo mar de dudas que usted. Y un gran pudor a opinar. Voy a empezar con una analogía para intentar ver si todo lo malo que nos pasó y que nos puede pasar ya forma parte de los precios de los activos o no. Hace poco, un colega de Brasil vino al país y me dijo: «Viajo por todo el mundo y es la primera vez que pago un transporte del aeropuerto al centro menos de US$9. Y almorcé en un lugar de nivel internacional por US$12» (en su país valdría US$50, dijo). Me dio un pantallazo del nivel de la devaluación.
La analogía tiene que ver con la diferencia entre flujo y stock. Recuerdo mi primera nota en un diario. Intentaba allí justificar lo que para mí era una buena inversión: comprar acciones de una empresa que había cobrado US$400 millones por vender una subsidiaria. Mi argumento era que la liquidez le permitiría hacer buenos negocios. Al otro día, un agente de bolsa se acercó y me dijo: «Claudio, que nota más tonta». Por un lado, yo había confundido flujo con stock. Y, a modo de enseñanza el agente me dijo: «Antes de comprar o vender un activo, siempre te tenés que preguntar quién toma las decisiones».
Más importante que el dinero que tiene una empresa o una persona es entender qué capacidad o intención tiene el management. En este caso, me advirtieron que la empresa había vendido su vaca lechera y que estaba en duda si con el dinero obtenido podría hacer más dinero. Dicho y hecho: al no encontrar esta firma nuevos desarrollos, ocurrió que los costos se fueron comiendo los activos.
Una de las lecciones es que una persona o empresa tiene stock (ahorros) y flujo (ingresos, trabajo, negocios). Si pierde stock (ahorro) llorará una semana, un mes, un año. Si mantiene el flujo (negocios), con el tiempo eso será una anécdota. Si pierde el flujo (trabajo), aunque tenga stock (ahorro) el tiempo jugará a la inversa. Sin proyecto uno se siente vacío; aunque tenga ahorros vive pensando cuánto tardará en gastarlos, y se deprime.
Por eso, siempre me gustó la reflexión de Roberto Moldavsky, cuando dice que existen dos estados de ánimo: «Se vende o no se vende».
Enseñanza 1: Las personas son el recurso más importante de una empresa. Mucho más que la tecnología o los recursos naturales. Y entendiendo cómo es el proceso decisorio de la firma, uno puede anticiparse en el mercado. Un ejemplo lo da el caso de Ben Bernanke: estuvo 30 años estudiando recesión y era el mejor en eso cuando lo nombraron presidente de la Reserva Federal en 2007. ¿Qué nos estaban adelantando? ¿Que suponían que vendría en 2008?… Vino la crisis de las subprime y una gran recesión.
Enseñanza 2. Antes de mirar el stock de una firma hay que mirar su flujo de negocios. El inversor compra flujo, no stock. BlackBerry era dueña de disponibilidades enormes, una empresa muy capitalizada pero opacada por Apple. En 2010 cada acción valía US$75 y hoy vale menos de US$8. Apple valía en 2010 US$75 y ahora cada acción vale más de US$220. Apple vale tres veces más y sin su creador, Steve Jobs. Lo que observaba el inversor era que Apple, ante cada lanzamiento tenía clientes en la puerta, acampando dos días antes.
Enseñanza 3: La plata no produce plata. Un negocio, sí. Quien alguna vez perdió un trabajo o a un familiar sostén, sabe que independientemente de la indemnización o de la herencia, nada da estabilidad si se pierde la capacidad de generar flujo mensual.
A nivel país pasa lo mismo. No se genera riqueza emitiendo plata o tomando dinero prestado. Se genera produciendo, aumentando el PBI.
Tener dinero no significa tener riqueza. La riqueza es el valor agregado por un trabajador o por el capital, que son parte de la creación o fabricación de algo que la gente desea. Un docente genera riqueza al transmitir conocimiento; un mecánico, al arreglar mi coche; un taxista, al llevarme al trabajo; un médico, al curar a mis hijos. Cuanto más valorada sea la tarea, más riqueza creará. Y cuanta más riqueza cree, más dinero tendrá para intercambiarlo o atesorarlo.
Un empresario que decida vender carnada para pescar en una zona sin agua, probablemente no genere riqueza. Un empleo público como premio a su militancia política, es solo transferir el fruto del esfuerzo de algunos a quien no lo merece.
Pero algunos (que difícilmente hayan pagado quincenas con su dinero) nos dicen que la riqueza puede crearse prácticamente de la nada. Fabricando dinero. Que lo único importante es distribuir, como si antes no fuera importante generar la riqueza, que se crea emitiendo dinero o deuda. A más cantidad, menos valor. Eso es confundir riqueza con dinero.
Enseñanza 4. El mayor activo de una persona es el tiempo. Yo admiro a Warren Buffet, un experto en finanzas que tiene US$65.0000 millones semilíquidos y cobra US$200.000 por una charla. Y todos se desesperan por hablar con él. Hasta que un día mi amigo y economista Martín Tetaz me preguntó: «Warren te cambia, ¿quisieras ser él y que él sea vos?». Yo contesté: «¡¡¡¡Ni Loco!!! Tiene 90 años». Flujo versus stock, ¿se entiende?
La Argentina, ¿tiene un problema de flujo o de stock? Pensemos en Vaca Muerta, en energías alternativas, en empresas tecnológicas, en la capacidad de generar arte, medicina, diseño, turismo. Eso es solo stock si no se crean las condiciones para que las inversiones lo conviertan en riqueza.
Pero, ¿no hay un riesgo político que vuelve eso inviable? Riesgo político hay en todos los países. Supongo que un inglés no está cómodo con el Brexit, ni los franceses con los chalecos amarillos. Menos aún los peruanos con tres expresidentes presos y otro suicidado. Podemos seguir con Brasil Trump, China, Putin…
Pero, ¿por qué esos países no tienen alto riesgo país, elevada inflación ni devaluaciones de sus monedas? Porque en el fondo cotizamos seguridad jurídica. Si se mira la Justicia, ¿usted siente que tiene custodiados sus derechos, su propiedad privada? Aquí pueden decirle a alguien que invierta y que no hay retenciones, y cuando ya enterró capital llegan esas retenciones. Por cosas así es que los inversores piden una tasa descuento muy alta. Eso se llama riesgo país. Finalmente, los inversores ponen dinero pero a una tasa desmedida. Usted podría haber invertido US$10.000 en 2015 en bonos del Tesoro Americano o en AY24 (Bonos Argentinos 2024). Si «decide» con los datos de hoy, elegiría la opción 1; ese bono a 5 años pagó 2% anual y hoy tendría US$11.000. En cambio, el bono argentino pagó 8,75% desde 2015. Si no hubiese reinvertido los cupones y con el valor residual de hoy, el inversor tendría US$12.000. Cuando se pierde reputación, el capitalista se cobra en intereses el riesgo del capital. No tener seguridad jurídica y volver siempre al fantasma del default hace que convivamos con buitres y no con inversores.
¿Y en la micro? Si su empresa tiene un problema de stock, que aguante, ya va a pasar la tormenta. Si tiene un problema de flujo, recalcule y no pierda tiempo (que no se repone).
Conclusión: ser muy confiado es muy peligroso, pero desconfiar de todo y de todos todo el tiempo es más nocivo aún y se pierden oportunidades. Cuando veo que el PBI argentino cayó 2 o 3% estos años, pero las empresas perdieron el 70% de su valor, que los bonos argentinos ya valen menos que lo que valdrían con una reprogramación desfavorable; que el metro cuadrado de construcción vale menos que el de cualquier país vecino, empiezo a pensar que, pese a todo, empiezan las oportunidades. Al fin y al cabo, para saber si algo es buen negocio, debo calcular los flujos futuros con respecto a los precios actuales y no a los de un año atrás.
El autor es licenciado en Administración de Empresas. Especialista en Futuros y Opciones. Director Académico del Laboratorio de Finanzas de la Universidad Argentina de la Empresa